Una de las inconsecuencias de los terrícolas que más me llama la atención es que todos coinciden en la importancia de los niños y jóvenes como los elegidos del futuro, en la necesidad de su educación, de contribuir a hacerlos seres humanos que puedan resistir los desafíos de la vida, pero pocos le dedican suficiente tiempo y medios para cumplir esos propósitos a pesar de los esfuerzos de organizaciones internacionales como UNICEF o de políticas que los priorizan como sucede en Cuba.
La literatura para niños y jóvenes y sus hacedores corre similar suerte como parte de ese fenómeno contradictorio y a pesar de planes de lecturas, multiplicidad de ediciones de libros, existencia de bibliotecas, talleres literarios para los más chicos, mecanismos que ahora enfrentan el hecho cierto de que sus destinatarios están seducidos por las nuevas tecnologías que son los signos de su época, lo cual exige primero que todo investigaciones que permitan conocer que tipo de relación existe entre los niños y niñas y los libros que se publican para ellos, pero cuando se busca información sobre tema se descubre que apenas existen algunas experiencias aisladas y ninguna muestra siquiera a escala de país de los fundamentales centros investigadores.
La Editora Ácana de Camagüey descubrió al producir actividades de presentaciones de libros para niños y jóvenes que estos sólo conocían a los llamados clásicos internacionales y del país, pero los títulos y autores de las épocas más recientes eran absolutos desconocidos, no ya los nacionales, sino los de la provincia. Posiblemente si la indagación se hiciera en todo el territorio nacional el panorama sería similar.
En los albores de la primavera de este año 2012 personalmente tuve dos experiencias alertadoras. La primera en el municipio de Morón, de la provincia de Ciego de Ávila, a unos 500 kilómetros de la capital, donde se aprecia un gran apego al fomento de la cultura artística y un gran sentido de pertenencia a las manifestaciones de la territorial y la segunda en el Parque Andersen en el corazón del casco histórico de la Habana Vieja.
En esos dos encuentros con escolares de tan distintos contextos sociales y culturales se manifestó que en realidad los niños y las niñas conocen las obras y los autores estudiados en el libro de lectura del programa correspondiente a sus respectivos grados y algunas títulos de gran resonancia internacional como Harry Potter y por supuesto los personajes de los animados que trasmite la televisión, las películas que recrean los antaños cuentos que han trascendido todas las épocas y los culebrones y series que circulan por todo el país indiscriminadamente e indiscriminadamente se consumen en buena parte de los hogares.
Es una pena que libros y autores de las últimas décadas, reconocidos por los premios y la escasa crítica, apenas sean conocidos, aunque también ocurre otro fenómeno, en ocasiones se han leído los textos, se conocen las historias pero no a los títulos y los escritores, salvo en lugares donde un trabajo excepcional, de una maestra, una bibliotecaria, una especialista de literatura hace un trabajo con acento en algún escritor y sus producciones literarias.
Sin embargo los libros para niños y jóvenes son los que más se venden, sobre todo en ese ambicioso proyecto nacional que es la Feria Internacional del Libro. Se podría pensar que se compran los libros pero no se leen o lo leen los padres, maestros y bibliotecarios, los mediadores y no los encuentran adecuados para los niños, o se los leen o se los dan a leer pero como no se parecen a las historias tradicionales no dejan la misma huella o no despiertan interés.
Pero cuando se hace una labor atenta a las nuevas creaciones literarias para niños y jóvenes como la realizada por la escritora y especialista Ada Sayas Bazán en Camagüey, se descubre que en la pre adolescencia y la adolescencia los temas no tradicionales, los que reflejan las contradicciones y conflictos de la realidad tienen muy buena acogida y que cuando hacen sus pininos en las narraciones expresan justamente los asuntos de la realidad que más les afectan.
La cuestión es que no podemos hacer juicios sobre como reciben los destinatarios la actual producción literaria para niños y jóvenes porque no tenemos estudios realizados por especialistas sobre ello y por ende nos faltan fundamentos científicos. Pero a ojos de buen cubero, empíricamente hay algunas evidencias dignas de ser tomadas en cuenta.
En la radio y televisión nacionales existen diversos espacios dedicados a los libros y sus autores, pero rara vez estos programas se refieren, comentan o informan sobre títulos para niños y jóvenes, pero incluso la amplia programación radial y televisiva dedicada a esas edades prácticamente soslaya los textos creados por los autores de décadas más recientes. Tampoco la producción de animados cinematográficos toma en cuenta el asunto. Y esos medios difusores y comunicacionales son los medios por excelencia con los que están en contacto mayoritariamente desde que nacen los terrícolas de estos tiempos y una buena parte ya lo hace con Internet y los muchos nuevos recursos tecnológicos existentes.
Los libros de lectura de la escuela, ahora en etapa de renovación, tampoco han incluido los nuevos temas y autores. Padres, maestros y bibliotecarias no parecen estar bien informados sobre el asunto, porque no es suficientemente visible a nivel social y tendrían que hacer un trabajo de búsqueda y hasta captura de los textos, porque también es cierto que hay deficiencias 4en las bibliotecas escolares y en las generales la parte de literatura para niños y jóvenes suele no estar actualizada.
Entonces, lo que no es suficientemente visible no parece importante a los terrícolas bombardeados hoy en día por todo género de información aún en Cuba donde a pesar de las limitaciones tecnológicas las gentes se las ingenia para estar en la última, característica, además, de nuestra idiosincrasia. Lo que no sale en el Noticiero Nacional de Televisión o en otros espacios de gran audiencia es como si no existiera, de lo que no se habla en espacios radiales seguidos por gran cantidad de oyentes como Haciendo Radio de Radio Rebelde, corre similar riesgo y si ni siquiera la prensa escrita dedicada a estos segmentos etarios le dedican verdadera atención a lo que está ocurriendo con la literatura para niños y jóvenes, tenemos la explicación de por qué no es suficientemente conocido un movimiento que ha crecido e intensificado su hacer en las últimas dos décadas.
Ante tal situación no hay que cruzarse de brazos. Evidentemente, desde la UNEAC, el Instituto del Libro hay que fomentar el interés de los investigadores por el tema. Acudir a los centros de estudios sociales para que lo incluyan en sus intereses. Producir convenios de colaboración con el Ministerio de educación, la Organización de Pioneros y el ICRT es otra posibilidad. Pero desde la provincia, el municipio, donde existen emisoras de radio y telecentros se puede comenzar a favorecer en espacios territoriales la visibilidad de las obras y los autores, como también se puede establecer contactos con escuelas y bibliotecas locales de manera más intensa y productiva, dado que también en cada territorio hay sedes de la UNEAC.
Cada año, en abril, se discuten estos temas en el Encuentro de Literatura para niños y jóvenes, organizado por la UNEAC de Pinar del Río y la Editorial Cauce. Creo que el 2012 es buen momento para pasar de los diagnósticos a las acciones para que la literatura para niños y jóvenes que se ha ce por estos tiempos sea visible y por tanto gane categoría de existente.