jueves, 21 de junio de 2012

Oidos receptivos



La falta de práctia en el ejercicio de la opinión hace que no pocos se confundan a pesar de la proclamación pública de ese derecho. Señalar lo que no funciona, lo que no avanza, alertar sobre las tendencias nefasta que se van generando por falta de debida atención al complejo tejido social o de explicaciones convincentes, sinceras, en el afán de encontrar soluciones a las complejas circunstancias cubanas, es la manera  más directa que tenemos los revolucionarios de seguir mereciendo ese calificativo. No importa que los recalcitrantes de Miami crean que les estamos dando la razón o que los burócratas del patio, hagan causa común con aquellos alegando la pretendida defensa a la Revolución que en muchos casos justifica silenciar errores o formas de corrupción. Las verdaderas ideas revolucionarias no están erradas son los seres humanos en su aplicación quienes las distorsionan y por eso, aunque se debilitan por períodos, vuelven a cobrar fuerza desde Jesucristo hasta nuestros días en esa batalla infinita por la justicia y la belleza que ella puede traer a la existencia.
En Cuba se produce hoy en día un gran flujo de opiniones en la calle, los cenáculos académicos, las creaciones artísticas y en ellas se manifiestan más la frustración de las cosas que no salieron como se aspiraba que el análisis que permite desmontar las causas para tratar de evitar que se repitan y discernir sobre las circunstancias que cotribuyeron a propiciarlas. En realidad uno de los factores que condionó más de un error fue justo no escuchar las muchas voces honestas que se alzaron desde el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba y señalaron los desaguisados que ya se habían vivido en el intento de lograr una sociedad justa en sus afanes emancipatorios. Cierto es que la situación posterior fue extremadamente compicada con la desaparición del campo socialista y la URSS y que desde entonces ha sido necesario hacer verdaderos malabares para la sobrevivencia del país, pero estoy segura que aún en los peores momentos tomar en cuenta propuestas desatendidas hubiera contribuido a encontrar posibilidades menos trilladas.
Ahora, un suceso como la preparación del Concurso y Festival de la UNEAC que parece no tener nada que ver con lo expresado en los párafos anteriores me ha abierto de nuevo esas heridas. Para mi es un sintoma preocupante que en los últimos años ese evento que fue un suceso notorio durante mucho tiempo no aglutine en sus sesiones a la mayor cantidad de realizadores de cine, radio, tv, y todo tipo de audivisuales, que apenas tenga difusión, y pase sin penas ni gloria cuando en realidad se ocupa de asuntos que son de interés masivo. La respuesta me la dió un colega con toda crudeza:" Para que voy a perder mi tiempo durante tres días allí, si luego lo que se discute no se toma en cuenta en la televisión, ni en ninguna parte." Y tiene razón. Una razón peligrosa porque desmoviliza, desinteresa, y propicia que las mejores ideas y propuesta se conviertan en puro ejercicio retórico gracias a la errónea concepción de que los que dirigen no tienen que tomar en cuenta la inteligencia que el propio proceso revolucionario ha creado.
Qué impide que exista una verdadera colaboración entre la Asociación de creadores radiales y audivisuales de la UNEAC con los directivos del ICRT, del ICAIC? Qué impide un diálogo perpetuo entre instituciones creadas y diseñadas con el mismo objetivo der servir mejor a la cultura nacional? Nada que no sea la práctica generalizada de no dialogar, de no escuchar al otro, de asumir críticas y señalamientos como ataques personales o falta de sentido político, la perversa creencia del que tiene una responsabilidad está santificado y puede hacer lo que le parezca o que no vale la pena escuchar los reclamos que no se pueden resolver y justo no se resuelven en muchos casos por no esuchar a los que pueden aportar las mejores ideas.
Al final el Caracol de la UNEAC se hace, se emplea recursos en él, todo el mundo dice lo que quiere, y  no sucede nada y ese es otro hecho lamentable, casi burlesco o cínico, porque los funcionarios parecen decir: si, está bien que hablen todo lo que hablen que yo seguiré haciendo lo que creo conveniente, lo que está establecido. Ese  es un aspecto fundamental del cmabio de mentalidad que se necesita: la manera de dirigir, esa verticalidad obsoleta que no toma en cuenta ni a los hacedores de las obras en cualquier tereno, ni a sus destinatarios.
Es un ejemplo más de lo muchos que se encuentrann a todo lo ancho y largo del país. No es sufiente propiciar que las gentes opinen. Hay que tener oidos receptivos.