martes, 6 de marzo de 2012

Alerta

Soy de las que piensa - y lo he proclamado a los cuatro vientos- que el socialismo del Siglo XXI no puede pretender acudir a la fórmula estatista del ensayo realizado durante el Siglo XX. Por supuesto que abogo por un socialismo participativo, por una democracia como la propuesta por Lenin en el Estado y la revolución, que tome en cuenta las acotaciones de la gran Rosa Luxemburgo, que asuma la direccion de la democracia necesaria: la del poder horizontal. Pero no puedo coincidir con aquellos que en nombres de esas mismas aspiraciones, presuntamente desde la izquierda, escarban con saña en los errores del proceso socialista cubano, ignorando circunstancias, interpretaciones, incapacidades culturales, y los grandes riesgos que entrañan intentar organizar la vida de la sociedad de una manera completamente diferente a como se ha hecho siempre. desde los tiempos de las cavernas, arrasando con irresponsabilidad que daña el futuro de la nación todo lo hecho y lo vivido desde el año 59 justo en el momento en que se intenta buscar formas, maneras que contribuyan al despegue económico sin perder las conquistas sociales que todavía se sostienen a pesar de la crisis. No me satisfacen los enfoques que se han hecho para la famosa actualización del modelo económico cubano- a lo cual me referiré con más calma- pero no creo que ni al flamante Murillo, ni a Raúl Castro se les esté ocurriendo construir el capitalismo cubano bajo tutela del partido comunista como ocurre en China justo cuando el capitalismo enfrenta una de sus crisis más notorias y acude a métodos fascistas para tratar de salir de ellas. Pero lo cierto es que las leyes de la economía, según como está desorganizado el mundo establecen ciertas exigencias sin las cuales es imposible sobrevivir. Yo era más feliz como ser humano cuando no tenía que preocuparme del dinero, de los impuestos, de quedar disponible en el trabajo, cuando el omnibus costaba un cinco centavos y el taxi dos pesos cubanos, cuando con el salario que me pagaban podía cubrir mis gastos, pero tristemente esas bondades de la existencia no trajeron mayores producciones, más eficacia, productividad  más bien relajaron los procesos productivos, dislocaron el equilibrio entre los derechos y los deberes y muchos empezaron a añorar el látigo como mecanismo para el buen comportamiento, la propiedad como garantía del buen hacer. Claro que hubo mucho de idealismo y utopía confiando en el desarrollo de la consciencia pero sin esas características el país no se hubiera llenado de escuelas, hospitales, universidades, ni se hubiera convertido en una muestra de lo que se puede hacer en lo social cuando hay voluntad pol´tica para ello a pesar de tener tan aspectos materiales, espirituales, internacionales contra. Renegar de las posibilidades que dió el socialismo cubano porque no se llegó a los estander de bienestar que se aspiran por muy diversas circunstancias me parece imperdonable, culpar a la solidaridad como error, o a las guerras internacionalistas y no tener sentido de lo importante que era contribuir a tener nuevos aliados en el afán de lograr un mundo más equilibrado  me parece cuando menos miopía política. Pero sobre todo es una forma de disminuir los elementos de mayor crecimiento espiritual de un pueblo que amplió sus horizontes más allá de los límites geográficos y la dependencia al tener o no tener.como único objetivo porque logró al canzar lo que sus antecesores no pudieron.. Claro que como ciudadanos y revolucionarios tenemos el derecho  de manifestarle al gobierno nuestras inconformidades pero desde el recentimiento, la revancha se podrán satisfacer miserables sentimientos personales pero no ayudar a la lucidez que exigen las peores circunstancias internas y externas. Como decía Martí quien azuza odios y rencores debería ir a la picota pública.

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